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Publicado el 22 - 7 - 2001 en Diari Levante - EMV
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La bolsa o la vida

Pura Duart

Profesora de Sociología. Universitat de València

Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Italo Calvino

Existen tres sistemas de intercambio: de objetos, de sujetos y de palabras. Dos de ellos, el de objetos y el de sujetos, tienen metro, es decir, una unidad de valor que funciona como patrón. El sistema de intercambio de objetos se regula mediante el patrón oro, mediante la moneda y los distintos papeles de cambio, los cheques, las letras y toda una larga secuencia de inventos posteriores hasta llegar al diabólico (1) dinero de plástico. Pecunia es el nombre que daban los romanos al ganado, don de la naturaleza, cultivado y convertido en posesión. En las lenguas romances se conservan algunos derivados, como pecuniario, aunque con un significado del que se ha borrado todo rastro carnal o sacrificial.

El sistema de intercambio de sujetos se regula mediante el patrón humano. Las sociedades reparten el reconocimiento social, premian o castigan a sus miembros, midiéndolos con distintos modelos de padre e padrone , según el momento y las circunstancias concretas (2). De un lado quedarán los medidores, los hombres, de más a menos ilustres (ilustre es el que tiene luz, el iluminado como el sol y el oro). Del otro lado quedarán todos los medidos, los que no dan la talla: mujeres, niños, ilegales, indígenas y demás.

El sistema de intercambio de palabras, sin embargo, no tiene equivalente general de valor, no hay una palabra más alta que otra. El conjunto de todas las palabras funciona, en cierto sentido, como una unidad. Todas están sintonizadas y, si modificamos una, las modificamos todas. Con palabras puede encubrirse el valor ausente o negado. Antes se retribuía el trabajo con pan (aunque te dijeran tonto), ahora se paga con buenas palabras (3).

Las ciudades son nodos de intercambio, grandes y complicadas madejas de diferentes trueques. A ellas llegan multitud de formas de energía e información. Las ciudades actuales consumen objetos, sujetos y palabras en enormes cantidades. Cultivos, productos y discursos circulan por ellas a cada vez mayor velocidad. En las megápolis actuales se consume cada vez más y se produce cada vez menos, si exceptuamos los calores de la combustión y los residuos reciclables a alto coste. En general, la mayor parte de lo que se consume en las ciudades procede del exterior. Mercancías, viajeros y dichos consumibles se acumulan en las concentraciones urbanas.

Las primeras acumulaciones estaban, sobre todo, compuestas por mercancías. Las formaciones urbanas surgían siempre en los cruces de caminos de todo tipo. Fueron creciendo en la confluencia de las vías terrestres o acuáticas, alrededor del castillo y de la iglesia donde se guardaban los tesoros y los objetos excluidos de los intercambios, los sagrados. Después fueron llegando los urbanitas migrantes. En general, durante largos periodos de tiempo se instalaron poco a poco. Cuando la elaboración de objetos comenzó a concentrarse, con la invención de la producción fabril, grandes masas de seres humanos hubieron de desplazarse hacia las nuevas metrópolis. Los recién llegados ocupaban los arrabales periféricos y los viejos colonos se atrincheraban en los centros. Hoy las ciudades lo que incorporan es información (4), cada vez más y más rápido. Mientras que buena parte de la población, los que pueden, se alejan de los centros urbanos, en la city londinense o en Manhattan no se ve un alma que no esté conectada a alguna terminal de distribución informacional. El corazón de las grandes cities bate a golpe de bytes.

Pero en las ciudades se han ido formando pliegues de resistencia. Todavía quedan islas en las que no sólo se consume, en las que es posible intercambiar bienes, favores y conversaciones vivas. L'Horta de Valencia , por ejemplo, es aún un entorno cultivado, en el que persisten ciertas formas de trato con la tierra que dan frutos para procurar la supervivencia de sus habitantes y de quienes los consumen. La lucha de los vecinos de El Cabanyal , por conservar el barrio y su particular entidad urbana, ha abierto y mantenido un debate social, semántico y también pragmático (a Dios rogando y con la cacerola dando), con una vitalidad que envidiarían los órganos de decisión de cualquier polis clásica (5).

El poder ejecutivo (6) valenciano amenaza con destruir las condiciones que hacen posible la supervivencia de estas formas vivas de intercambio de productos y discursos. Si esto sucediese acabarían también con las formas de acción de los sujetos protagonistas (7), puesto que las respuestas autoritarias del poder político reducirían la participación de los ciudadanos a obediencia de súbditos. El intercambio de productos, sujetos y palabras vivas por otras muertas sería, en nuestra opinión, muy poco provechoso para los ciudadanos. Elegir entre la bolsa y la vida no es un dilema, no hay bolsa sin vida. Si las ciudades destruyen sus posibilidades de supervivencia, se destruyen a sí mismas, se autodevoran.

Claro que las formas de la resistencia son cambiantes y los sujetos son los agentes que sobreviven a las catástrofes. Muchos antiglobalización, vivitos y coleando, pueden surgir de los restos de los románticos derrotados.

 

(1) En muchas culturas se asocia el dinero al diablo. La tarjeta de crédito hace sentir a su poseedor que puede tenerlo todo, ya, y sin dar nada a cambio
(2) Los sujetos medidos son los que pueden ser objetos de intercambio, como las mujeres (las Sofías de Rousseau o las Marujas, como dice Celia Amorós).
(3) Cualquier cosa puede ser dicha, hasta la más mendaz. Por eso es posible llamar “daño colateral” a la muerte de seres humanos y existe la publicidad.
(4) Llaman sociedades frías o sin historia a aquellas en las que, por no conocer la escritura, la memoria que se acumula es la que cabe en los cuerpos y poco más (palabra viva). Por el contrario, las sociedades históricas son aquellas en las que el pasado está escrito y registrado (palabra muerta).
(5) Aunque consiga menos atención que Atapuerca o las reproducciones de Altamira y demás cuevas o museos.
(6) y de las empresas constructoras.
(7) Las mujeres de la Asociación de Vecinos de La Punta son las inventoras de las protestas contra la construcción de un nuevo puerto, llamado por el lenguaje bélicoingenieril de los promotores Zona de Actuación Logística (ZAL).

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