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Publicat el 29 - 7 - 2001 a Diari Levante - EMV
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Jabalíes en Campanar

Luis Francisco Herrero

Arquitecte

En la prensa local de estos últimos días se ha recogido la noticia de la presencia de una piara de jabalíes en la Partida de Dalt, la última partida rural del barrio de Campanar tras la reciente desaparición de la Partida del Pouet, arrasada por un urbanismo de escuadra y cartabón que no tuvo en cuenta la preexistencia de una huella cuyo valor como testimonio de una historia de más de 2000 años no fue apreciado ni por sus autores ni por los que debieran custodiarlo.

La Partida de Dalt, es una extensa superficie agrícola al noroeste del casco antiguo de Valencia, articulada alrededor del camino del Molí dels Frares, camino que hoy llega hasta Paterna, y regada por una compleja red hidráulica con aguas de las acequias de Tormos, Mestalla y Rascanya. Según la noticia, nuestros intrépidos jabalíes -poco dados a viajar por autopistas como las que rodean la Partida- llegaron por el cauce del río Turia. Pero ¿existe el río Turia todavía?.

Por lo que puede verse en su término municipal, no. Sin embargo, Valencia es, en origen, una ciudad fluvial, fundada sobre un islote elevado en un meandro del río Turia, río del que en la actualidad sólo quedan los pretiles y los puentes, algunos históricos y otros nuevos, que enlazan el norte y el sur de la ciudad salvando un cauce sin agua. La importancia de este carácter fluvial queda demostrada en las primeras representaciones de la ciudad, con el río siempre a los pies orlando las murallas que encerraban el caserío dominado por las torres y cúpulas de las innumerables iglesias y conventos. El mar, lejano aún, ni siquiera aparece. En el siglo XX, el temor a las periódicas riadas que el régimen tormentoso del río provocaba en la ciudad, dio paso a la acción tras la devastadora riada de 1957. La pesada maquinaria de obras públicas disponible entonces, permitió desviar el río: el famoso Plan Sur que los habitantes de Valencia pagaron con sellos. Desde entonces no hay agua en el cauce viejo, el cauce nuevo es un estercolero inaccesible y la ciudad de Valencia -desdeñosa de su origen y soñando con los dineros que los primeros turistas dejaban en las costas- puso sus ojos en el mar.

Parece que el invento de la Valencia Marítima como apuesta para el recién estrenado milenio, ha enterrado para siempre la memoria histórica de un río cuyo cauce, como demuestran los jabalíes aún está vivo, aún funciona como corredor ecológico, a pesar de la presión ejercida por la urbanización desaforada y los vertidos incontrolados. Efectivamente, el río entra en la comarca de l´Horta en la intersección de los términos municipales de Paterna y Manises (a los que sirve de frontera) con Riba-roja del Turia, a escasos 15 Km del centro de Valencia. Y lo hace con una vitalidad sorprendente: un caudal suficiente de agua limpia que alimenta una vegetación de ribera de indudable valor botánico y paisajístico.

El margen izquierdo, en Paterna, alberga el bosque de pinos de la Vallesa de Mandor, verdadero pulmón del área metropolitana, con especies vegetales de especial interés -sobre todo en la inmediaciones del Barranc Fondo- y una numerosa fauna vertebrada; hay también yacimientos arqueológicos como el denominado 'la Canyada-acueducto romano' y restos de un poblado de la Edad de Bronce en la Lloma de Betxí, ambos catalogados por la Generalitat Valenciana.

El margen derecho, en Manises, está ocupado por urbanizaciones surgidas alrededor de la presa que Aguas de Valencia tiene aguas abajo de la incorporación del trasvase Xuquer-Turia. A partir de este punto, el agua que no es captada por la presa, comienza a ser sangrada por las acequias que riegan la comarca de L´horta, mediante los azudes cuyo origen se remonta a tiempos de Jaume I. Primero el azud de Moncada que riega al norte del río, con fuero propio por privilegio del Conquistador. Después las acequias del Tribunal de las Aguas que, alternativamente, riegan al sur y al norte del río. El azud de Quart, bajo el puente del by-pass de la A7, deja al río exhausto en un tramo de unos tres kilómetros, hasta que la propia acequia le devuelve parte de su caudal en el Salt del Moro, un derramador a la altura del barrio de Sant Francesc; en este tramo, el caudal del río se alimenta de los vertidos contaminados del polígono industrial de la Font del Jarro en Paterna y es un foco infeccioso donde sólo los malos olores hacen olvidar la masiva presencia de mosquitos. La aportación de agua limpia que supone el derramador, hace posible la pesca de barbos, carpas y peces rojos bajo el puente de la N-220, y recupera el caudal que alimenta aguas abajo las acequias de Tormos, Mislata y Mestalla, mediante sus respectivos azudes. Encajonado entre la meseta del núcleo urbano de Manises y la N-335, el cauce llega al término municipal de Quart de Poblet, cuyo caserío le da la espalda, y finalmente a la presa del Repartiment, la popular Cassola, desde donde se alimentan las acequias cuyos azudes inutilizó el Plan Sur: la de Favara que riega al sur -de cuyo azud, enterrado bajo toneladas de escombros, sólo queda la casa de compuertas- la de Rascanya que riega al norte -cuyo azud ha sido salvajemente mutilado recientemente, y no por la simpática familia de jabalíes que inspira este texto, sino por otra clase de cerdos salvajes- y la de Rovella -cuyo azud se puede contemplar cerca del puente de Campanar. Enfrente de la Cassola, el desagüe de los barrancos de En Dolça y Benimàmet, debió ser el camino que utilizó la piara de jabalíes para llegar a la Partida de Dalt, donde se encuentran a gusto.

Pero si miramos un mapa, la Partida de Dalt linda con lo que próximamente será el Parque de Cabecera y, a través de él, con el denominado Jardín del Turia -especie de espacio multiuso, donde se suceden tramos ajardinados con diversa fortuna, tramos deportivos y otros sin uso específico- sorprendentemente ¡con una ausencia total de agua corriente! Es decir, con una ausencia total del río que abrazaba la ciudad y nutría la huerta que la alimentaba. Quizá algún día lleguemos a ver el cauce viejo con un caudal suficiente y una vegetación de ribera que, sin negar su nueva vocación marítima, recuerde el histórico carácter fluvial de la ciudad de Valencia. Pero mientras tanto, se puede utilizar este viejo cauce para, a través del futuro Parque de Cabecera, disfrutar de la huerta en la Partida de Dalt y enlazar con el río de verdad, con aguas limpias fruto de una política de control de vertidos y de mantenimiento de caudales ecológicos generosos, un río accesible mediante caminos equipados, compatibles con su carácter de corredor verde, que hagan posible el disfrute de sus valores naturales -la flora y la fauna- y culturales -las estructuras hidráulicas, azudes, acequias, etc sin las que la comarca de l´Horta no hubiera sido como ahora la conocemos. Lo que propongo, es posibilitar una excursión del mar a la montaña que sirva para que las generaciones futuras puedan interpretar correctamente la historia del área metropolitana de Valencia. Los rumores de una presa en la Canyada, deben ser enterrados para siempre y , si se demuestra imprescindible, la futura presa de Vilamarxant -dentro del Plan Hidrológico Nacional recientemente aprobado- puede ser la ocasión para abordar las obras necesarias: previo a su construcción, hay que exigir el adecentamiento del cauce del río y sus márgenes y hay que exigir el mantenimiento de un caudal ecológico generoso Lo contrario, supondría que los habitantes de l'Horta tendrían que ir a buscar el histórico río que modeló su geografía y el carácter de sus gentes, aguas arriba de Vilamarxant.

Los núcleos urbanos del área metropolitana de Valencia, con el parque natural de la Albufera y la Devesa del Saler al sur, superficies significativas de huerta periurbana enlazados mediante los barrancos (verdaderos corredores ecológicos y restos naturales en una geografía fuertemente antropizada), el mar al este sin barreras que impidan el régimen de brisas que moderan el clima, y con el río recuperado como elemento vertebrador entre el mar y la montaña, disfrutarán de un medio ambiente sostenible y de gran calidad dentro del sistema de ciudades europeas al que pretenden pertenecer. Para ello, es preciso un cambio de mentalidad que considere lo rural y lo natural como algo positivo, estructurante de lo urbano, dentro de un sistema general de espacios libres similar al sistema general de infraestructuras. Y no como la negación de cualidades que se desprende de su actual calificación como suelo no urbano: la existencia de lo rural y lo natural es condición necesaria de lo urbano.

Para ello son buena noticia los jabalíes, pero hay que neutralizar a los cerdos salvajes.

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