¿Por qué perforar el mar?

“Sólo hay un tipo de acción posible: terminar con la adicción al petróleo, carbón y gas, abandonando definitivamente la energía nuclear, con la aplicación masiva de medidas de ahorro energético y el desarrollo y la introducción de sistemas energéticos limpios. Esto puede parecer simplista. Sin embargo las barreras para una solución energética no son tecnológicas, ni siquiera económicas, sino políticas.”
Andrew Kerr, Greenpeace Internacional, 1992.

A principios de semana recaló en el puerto de Sagunto el Rainbow Warrior, buque insignia de Greenpeace, y no por tener un especial interés estratégico en dicha ciudad, sino porque se le negó el acceso al puerto de Valencia. Lo interesante es que dicha negativa no provino de la Autoridad Portuaria, sino de la America\'s Cup Management; para que quede claro quien manda, por si quedaba alguna duda.

Los responsables de la ONG alertaron sobre importantes peligros medioambientales que por desgracia ya conocemos, como la destrucción del litoral por el sector de la construcción o la enésima ampliación del puerto de Valencia, que influirá de manera significativa en las corrientes marinas, erosionando todavía más las playas de Pinedo o El Saler y convirtiendo a la turística Malvarrosa en una playa de agua estancada nada apetecible.

Por si fuera poco todo lo que ya tenemos, los ecologistas nos advirtieron de una nueva amenaza estrella: el proyecto de la multinacional británica MedOil para instalar tres plataformas de prospecciones gasísticas, que se ubicarían en una amplia zona marítima del litoral valenciano, desde el norte de Valencia hasta el sur de Gandía. Una de las plataformas se situaría sólo a unos cinco kilómetros frente al Parque Natural de la Albufera, sin duda el peor emplazamiento que se puede elegir a nivel medioambiental.

Tanto el Ayuntamiento de Valencia como la Generalitat (PP), se han opuesto con firmeza al proyecto, esgrimiendo como principal argumento el posible impacto negativo sobre el Parque Natural. Un proyecto de prospección que, por cierto, depende para llevarse a cabo de una autorización del Gobierno Central (PSOE). Postura encomiable de nuestra Administración Autonómica que contrasta, sin embargo, con su pasividad ante el progresivo deterioro de la Albufera, en la que sólo se han realizado intervenciones puntuales que no resuelven el actual estado de degradación de uno de los humedales de importancia internacional recogidos por el convenio Ramsar. Ante la ausencia de una política eficaz, se ha creado una nueva iniciativa cívica, un “Pacto por la Albufera” que aglutina colectivos de lo más diverso, con el objetivo de pedir a las instituciones la recuperación de nuestro lago emblemático.

No es arriesgado, pues, suponer que esta nueva e inesperada sensibilidad medioambiental del Partido Popular se deba, en parte, al conocido enfrentamiento político entre el Gobierno Autonómico y el Central. A esto se le podría sumar el escepticismo de los todopoderosos organizadores de la Copa de América, que no ven con buenos ojos navegar en el entorno de un megapuerto transoceánico y sorteando plataformas petrolíferas. En cualquier caso, y con independencia de sus motivaciones, bienvenida sea la actual postura del PP sobre tan nefasto proyecto de prospección.

Por otra parte resulta sorprendente que el Gobierno Central, comprometido con el cumplimiento del Protocolo de Kioto, caiga en la contradicción de aceptar unas prospecciones que precisamente son el origen de todo un proceso contaminante que concluye con la emisión de CO2, principal causa del calentamiento global. Si seguimos permitiendo la extracción de las reservas de hidrocarburos, el cambio climático será irreversible. Por encima de la problemática concreta que nos ocupa, desde una mínima ética medioambiental, debemos oponernos a estas empresas que definitivamente hay que considerar non gratas para la humanidad. En ese mismo sentido es urgente presionar a los gobiernos para que no permitan seguir por este camino que no hace sino potenciar el desastre climático que los científicos ya han ratificado. Pero una vez más surge la temida pregunta: ¿quién manda?, ¿los gobiernos o las empresas? Hasta que se demuestre lo contrario mandan las grandes empresas, que dirigen el curso de nuestra economía y de parte de nuestra vida atendiendo a la ley de su propio beneficio.

Sin embargo lo más destacable de la presente coyuntura es que nos encontramos ante un hito histórico, una coalición sin precedentes, aunque sea contra algo. El proyecto de las plataformas ha logrado el rechazo unánime de grupos ecologistas, de partidos políticos verdes y de izquierdas, del sector de la hostelería y del turismo, de los pescadores, de bañistas autóctonos y foráneos, de la ciudadanía en general, así como del PP, que gobierna tanto en el Ayuntamiento de Valencia como en la Generalitat. Ya digo, una sólida y variopinta unanimidad contra el proyecto de las dichosas plataformas. ¿No será que no las quiere nadie?

Y ya que todavía estamos a tiempo, quizás el PSPV, que ha demostrado en diversas ocasiones su sensibilidad en relación a los problemas medioambientales de nuestra Comunidad, podría comunicarle al Gobierno de Zapatero –y más en concreto al Ministro de Industria, Joan Clos, responsable de otorgar o denegar los permisos- que los votantes de la provincia de Valencia no queremos que se perfore nuestro mar. Esperamos que esta sorprendente coincidencia de intereses de lo más diverso sirva para dejar claro que rechazamos las prospecciones gasistas y petrolíferas, y pedimos la paralización del proyecto en curso. Dejemos por lo menos al mar tranquilo, sin ningún tipo de construcción.