Luis Francisco Herrero
Arquitecto
La degradación es el abono que utiliza la especulación inmobiliaria para hacer crecer edificios en la huerta.
El aspecto cultural de la Huerta de Valencia, fue el eje del dictamen del año 2000 del Consell Valencià de Cultura (CVC) sobre su conservación: la huerta es una entidad humana histórica, socioeconómica y cultural de gran complejidad en la que intervienen cantidad de factores. El CVC advertía de la amenaza que representa la modernización de una sociedad, que sólo ve en la huerta el espacio natural para el desarrollo de unos nuevos valores de carácter urbano.
En el año 2001, el Grupo Cavanilles organizó en el palacio de Pineda, sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, unas jornadas sobre el papel de l’Horta en el área metropolitana de Valencia, con la participación de expertos internacionales, en las que se prestó especial atención a las posibles medidas a adoptar para despejar la amenaza que constata el CVC en su dictamen. Las ponencias se centraron en las medidas educativas, sociales, políticas, jurídicas y económicas necesarias para inculcar en la sociedad los valores paisajísticos, históricos, ambientales y culturales de la Huerta de Valencia como patrimonio, no sólo local, sino europeo. Y siempre con la idea de que la protección de la Huerta sólo puede ser eficaz mediante el mantenimiento de su actividad, no con una visión museística o folklórica. Pero la rentabilidad agrícola de estas tierras nunca podrá competir con la expectativa de las posibles rentas inmobiliarias, por lo que se consideró imprescindible una delimitación precisa de las unidades de paisaje que componen hoy la Huerta para extraerlas de una manera definitiva del mercado inmobiliario mediante posibles figuras de protección al amparo de legislaciones locales, nacionales o internacionales: bien interés cultural, parque natural, paisaje protegido, reserva de la biosfera,…
Una de estas unidades de paisaje merecedoras de algún tipo de protección es la partida de Dalt de la huerta de Campanar. En efecto, debido a su excelente ubicación regada por las acequias de Tormos, Mestalla y Rascanya, las tierras de la huerta de Campanar, cuna de la huerta valenciana, fueron las primeras en repartirse tras la conquista cristiana del siglo XIII. De las nueve partidas rurales en que fue dividido el término municipal de Campanar en 1837, sólo queda hoy la partida de Dalt. Un largo proceso de transformación a lo largo del siglo XX, culminó con la desaparición en 1998 de la partida del Pouet, con sus magníficas alquerías medievales, cuyos habitantes tuvieron que abandonarlas, víctimas de una operación de acoso y derribo (moobing inmobiliario) que atrajo a la zona a población marginal y delincuentes que fundaron el famoso ‘supermercado de la droga’ en los terrenos baldíos del viejo cauce, protegidos por las cañas. La partida de Dalt es una reliquia del paisaje que durante siglos caracterizó el entorno de Campanar y en el año 2001 conservaba la totalidad de los elementos que lo configuraban. Por ello, para agasajar a nuestros invitados, decidimos visitarla el último día de las jornadas. Siguiendo el camino del molí dels Frares, visitamos el caserío de la Gamberra, con las alquerías de Navarro, Genaro y el Roig; el molí del Sol, del siglo XVIII; el caserío de les Bassetes o Guadassive formado por alquerías de los siglos XVI a XIX; la casa Persona resultado de la ampliación en el siglo XIX de una antigua barraca y que conserva un horno morisco; el molí dels Frares, edificio medieval del siglo XIV que conserva en su interior un mural que representa el ‘Asitio del Castillo de Salça’ del siglo XVII; la alquería de Lleonart, del siglo XVII; el molí de Llobera, molino harinero de origen medieval reconstruido en el siglo XIX; … Después de comprobar las difíciles condiciones de vida de los huertanos, asustados durante el día y obligados a refugiarse en sus alquerías al atardecer por la presencia de yonquis y traficantes en sus alrededores, fuimos a ver fue el azud de Rascanya, la mayor obra hidráulica de la partida de Dalt, con fábricas medievales y del siglo XVIII. Pero, ¡oh, sorpresa! estaba todo destruido. Al parecer, días atrás y como medida drogadicida, unas máquinas se habían encargado de derribar la caseta de compuertas y todo lo que encontraron a su paso. También habían cortado la parte superior del cajero y habían entubado la acequia que, de ese modo, se convertía en un colector de saneamiento. Nuestros invitados extranjeros estaban atónitos, y nosotros indignados, avergonzados por la desvergüenza de aquellos que perpetraban y de aquellos que permitían semejantes atropellos sobre un patrimonio cada vez más escaso. Tuvimos la impresión de que el pistoletazo de salida para abonar esta huerta con degradación, ya había sido dado.
Último episodio: el sábado día 15 de abril, la prensa local anunciaba que “un bulevar por Mislata reducirá los atascos en la avenida del Cid”. Precisemos: no se trata de un bulevar, sino de una autopista de dos y hasta cuatro carriles por sentido; la huerta al noroeste de la Av. de Pío Baroja es la histórica partida de Dalt, es término municipal de Valencia no de Mislata y, a pesar de todos los esfuerzos que los sembradores de degradación subidos en el tractor de la especulación han realizado en estos años, aún conserva su uso agrícola y buena parte de sus valores medioambientales y paisajísticos. El ideario del Gobierno Valenciano ha evolucionado poco desde el año 2000 y, en lugar de atender el dictamen del CVC y adoptar una actitud política que invirtiera el proceso degradante con medidas como las que se plantearon en las jornadas del palacio de Pineda, planea el trazado insensible de una infraestructura viaria cuyo objetivo es terminar de degradar 36 hectáreas de terreno agrícola en plena producción que el Ayuntamiento de Valencia recalificará de no urbano a residencial tras la homologación del Plan General.
Pero el azud de Rascanya y todas las alquerías, molinos y casas descritos, el corazón de esta huerta ubérrima, están en estas 36 hectáreas cuya ruina supone la muerte de toda la partida de Dalt. Si la conexión vial fuera necesaria –ése sería otro debate- más necesaria resulta la pervivencia de la partida. Busque la Conselleria de Infraestructuras una alternativa que permita a los habitantes de toda la ciudad y su área metropolitana seguir disfrutando de los beneficios de la existencia de esta ‘entidad humana histórica, socioeconómica y cultural de gran complejidad’, en lugar de beneficiar a los que han invertido en expectativas de degradación de una unidad de paisaje que merece ser protegida en su integridad.
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