Carlos Solà Palerm
Arquitecto
“Si es cierto que los milagros de arquitectura que son Chicago y Nueva York nos impactan por la calidad de su fuerza y su genio, es también en esas inmensas ciudades americanas donde hemos visto que comenzaban a desarrollarse –sin respuesta adecuada- los problemas que plantean la urbanización masiva y el gigantismo deshumanizado” (Helena Vaz da Silva, periodista. ¿Qué futuro para nuestro pasado?)
Recientemente se ha fallado el concurso del complejo administrativo en la antigua Cárcel Modelo de Valencia. No es objeto de este escrito cuestionar la estrategia de concentrar usos administrativos ni el proyecto ganador. Pero creo necesario reflexionar respecto a la incidencia que tendrá el maclaje de cuatro torres sobre el edificio catalogado, obra de J. Mª Belda, con una indudable afección en la lectura de la edificación protegida. Independientemente de la calidad del diseño de las nuevas edificaciones, se altera la propia esencia del elemento con carácter patrimonial y se congestiona una zona ya de por sí de una elevada densidad.
La problemática planteada no es una excepción, sirve como ejemplo de lo que ya se ha convertido en práctica habitual en esta ciudad con intervenciones que se nos presentan como modélicas en lo proyectual, en la gestión y configuradoras de la Valencia del futuro. Se repite, con similares características, en el proyecto del Parque Central: enormes torres, introducidas en el espacio del Parque calificado por el Plan General como zona verde, crecen, restándole protagonismo al edificio de Demetrio Ribes, declarado Bien de Interés Cultural y una de las muestras más significativas de la arquitectura modernista.
Sigamos con algún ejemplo más: el bloque hotelero, ya construido junto al Balneario de las Arenas, rompe un conjunto y un perfil urbano de especial singularidad. En otro ámbito de intervención podrían citarse las torres de Calatrava en el entorno de la Ciudad de las Ciencias, que ya sufrió una impactante alteración con modificaciones puntuales de planeamiento y estudios de detalle a la medida. La lista es mucho más extensa e irá en aumento en meses y años sucesivos.
Este crecimiento volumétrico que se produce por traslados y concentración de edificabilidades de cuestionable interpretación, responde por una parte a una megalomanía y mitificación de “lo grande”: grandes rascacielos; grandes eventos; grandes avenidas que destrozan tramas históricas; grandes atentados patrimoniales, paisajísticos y sociales contra la huerta; grandes endeudamientos públicos. Pero además, se insertan en una metodología de gestión muy sui generis que teóricamente supone la autofinanciación de parte de estas operaciones urbanísticas recurriendo a la rentabilidad, por aumento o trasvase de edificabilidades.
La gestión urbanística es, sin duda, una de las piezas importantes del planeamiento. Sin ella de poco servirá diseñar hermosos barrios, que quedarán en meros proyectos sobre el papel. Pero siendo ésta un instrumento para hacer viables las propuestas teóricas, en modo alguno puede desvirtuar el objeto primordial del planeamiento que es hacer una ciudad bella, cómoda, habitable y sociable. En el equilibrio entre la utopía del diseño a escala urbana y la posibilidad de su ejecución radica uno de los puntos esenciales de la urbanística moderna. Sin embargo, no podemos ignorar que existe un cuerpo doctrinal del Urbanismo que no es un recetario dogmático pero sí representa toda una trayectoria de experiencias históricas, desde la teoría a la praxis. La propia legislación urbanística ha asumido gran parte de esos contenidos.
Actuaciones como las comentadas están trastocando conceptos básicos, al adentrarse en una contradicción importante entre ese hacer y las previsiones del Plan General, la ley de Patrimonio Cultural Valenciano y, más concretamente, la ley de Ordenación del Territorio y Protección de Paisaje.
En esta última, de reciente aprobación, se definen y concretan conceptos tales como unidad e impacto paisajísticos, control de la escena urbana, desarrollo sostenible, calidad del ambiente urbano... que determinan la disciplina del paisajismo a nivel urbano y rural como estructurante en la dinámica de la planificación.
Asistimos a una etapa en la que, salvo excepciones, lo patrimonial y lo paisajístico han quedado relegados a un escenario desvirtuado, a meros modismos sin contenido formal. Asistimos también atónitos a un desmesurado incremento de las volumetrías con exagerada mitificación de los edificios en altura, en una carrera contra reloj por batir récords en el número de plantas. ¿De dónde sale tanta edificabilidad? ¿Dónde se ubican las correspondientes cesiones de zonas verdes? .
El modelo a lo New York o Chicago, descontextualizado en el tiempo y en el espacio pero, además, sin el contrapeso de la incorporación de los aspectos más positivos del Movimiento Moderno, se está imponiendo como canon de belleza urbana, de modernidad y modelo de ciudad. Con casi absoluto desprecio de las preexistencias y de nuestras propias experiencias históricas, la praxis urbanística queda reducida a un juego de números y rentabilidad económica, a un trueque entre la Administración y ciertos agentes inmobiliarios, en el que la primera se mantiene más bien en un papel secundario o incluso limitada al de mero tramitador.
La planificación urbana es una metodología científica pluridisciplinar en la que economía y rentabilidad son factores importantes, pero no los únicos. Existen otros parámetros que indudablemente han de tener mayor protagonismo: me refiero a la sociología, al ya mencionado del paisajismo, al análisis histórico y al diseño en su directa relación con el arte.
La incidencia de los grandes proyectos en la escena urbana adquiere tal relevancia que no pueden dejarse a la improvisación, a los trámites por la vía de urgencia, ni al mero juego especulativo. Determinadas decisiones requieren análisis pormenorizados y contrastados por equipos pluridisciplinares que, desde distintas ópticas, configuren propuestas ampliamente debatidas y socialmente consensuadas.
La Mega-Valencia Mítica que está surgiendo con actuaciones inconexas, sin análisis global, descoordinada de su entorno metropolitano y comarcal, nos resulta a muchos ciudadanos cada día más congestionada, claustrofóbica y deshumanizada.
Sería conveniente buscar fuentes de financiación que, aunque más complejas y lentas, fuesen más estables en un contexto del gasto público austero, y sin la hipoteca de aumentos de edificabilidad. Lo que ya debería comenzar a plantearse, en opinión de destacados profesionales, es una apuesta por determinados vaciados urbanos y por la regeneración de áreas degradadas, así como la ya urgente protección del entorno agrícola.
Algunos políticos y técnicos con responsabilidades en la materia podrían entender que en la Europa en la que ya nos integramos plenamente, sin necesidad de cruzar el Atlántico, el concepto de progreso y modernidad tiene también otras lecturas y a escalas más reducidas.
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