Joan Olmos
Ingeniero de Caminos. Profesor de Urbanismo. Universitat Politècnica de València
El egoísmo y la segregación están ganándole la partida al contacto y la comunidad. En las nuevas modalidades de desarrollo urbano, las actividades que solían solaparse ahora se diferencian con la idea de rentabilizar al máximo los intereses de promotores y comerciantes. (R. Rogers, “Ciudades para un pequeño planeta”)
Si hay un barrio de la ciudad de Valencia que en las últimas décadas ha sido fuertemente castigado por el mal llamado desarrollo urbano, ése ha sido el popular barrio de Natzaret, vinculado históricamente al puerto y al mar.
Situado junto a la desembocadura del río Turia, el desvío de éste en los años sesenta desde Quart, dejó vía libre al puerto para su expansión. Aunque el repaso de la historia resulta a veces un tanto incómodo, hay que recordar que precisamente la presencia del río Turia, con sus avenidas, y la suave pendiente de la plataforma costera, crearon un sinfín de problemas para la implantación del puerto. De hecho, en 1764 se planteó la construcción de un puerto marítimo alternativo en Cullera, que se comunicaría con la ciudad de Valencia a través del lago de la Albufera, que entonces llegaba hasta los arrabales de la capital.
Los aterramientos provocados por el río suponían un duro obstáculo a la hora de ubicar el puerto, y así se refleja en las dudas sobre su crecimiento, al norte o al sur del Turia. Se optó por su construcción al norte del río, con lo cual éste fue desviándose hacia el sur y afectando negativamente a Natzaret. Si añadimos el elevado coste de las obras, entre las más elevadas de los puertos españoles, no sorprenderá el debate público que se suscitó, planteado en términos de la disyuntiva “o Turia o puerto”. Esto sucedía en las últimas décadas del siglo XIX.
Pues bien, el siglo XX, con el Plan Sur y el posterior crecimiento portuario, ha dejado a Natzaret absolutamente confinado en medio de una tupida red de infraestructuras. Ocupada su playa por los muelles, limitado por el mismo puerto y las autovías, rodeado de contenedores, destruida su huerta próxima de la Punta d´En Silvestre, el barrio padeció recientemente las consecuencias de una nueva inundación. Resulta sarcástico que el Plan Sur, destinado a evitar sobresaltos a la ciudad de Valencia, haya olvidado los barrios marineros. En efecto, las precipitaciones de la cuenca baja del Turia, a las que se añaden los desagües de pluviales de la ciudad, han aumentado sus efectos negativos sobre Natzaret, como consecuencia de un nuevo desvío de la desembocadura del viejo Turia en el puerto y una general modificación de la topografía de la zona. El barrio no solo ha quedado aprisionado, sino hundido respecto de los terrenos colindantes.
El pasado 26 de febrero se cumplieron cuarenta años del inicio de las obras del Plan Sur, que paradójicamente contribuyó a mejorar las condiciones del norte de la ciudad y a marginar todavía más a la Valencia meridional, al localizar en esa zona las instalaciones menos gratas, como la depuradora, Mercavalencia, o la estación ferroviaria de mercancías…
Como los expertos apenas hablan de estas cuestiones, no estaría de más reconsiderar la vigencia del plan, a la luz de la enorme cantidad de nuevos obstáculos y transformaciones urbanas que se han acumulado en estos últimos años, dificultando el desagüe del Turia en el mar. ¿Mantendría el Nuevo Cauce la capacidad proyectada en su día para desaguar una riada? ¿Quedaría el Viejo Cauce a resguardo de una nueva avalancha como la de 1957?...
Es un hecho la escasa consideración que tiene la planificación territorial en nuestro país. El Área Metropolitana de Valencia es un buen ejemplo del desbarajuste competencial y de la acumulación de proyectos improvisados, que han sembrado de hormigón y asfalto la espléndida comarca de l´Horta y la han convertido en un auténtico desastre urbanístico.
Pero más lacerante resulta que, en medio de tanta alegría inversora y tanto megaproyecto, hayan tenido que ser los barrios marineros los sacrificados y olvidados, sin que quede para ellos siquiera unas migajas para resolver sus modestos problemas. Al mismo tiempo, no debería sorprender que, a medida que la ciudad descubre la fachada marinera, sean precisamente esos barrios costeros, deliberadamente abandonados en su deterioro, un objetivo de la especulación inmobiliaria.
Mientras tanto, nos cuentan los vecinos de Natzaret sus desventuras a propósito de las citadas inundaciones y cómo se van pasando la patata caliente unas administraciones a otras…
Menos mal que un ilustre paisano, Santiago Calatrava, les piensa echar una mano. En una entrevista que publica este mismo diario (6 de marzo de 2005), y a propósito de los famosos rascacielos, dice: “…estas torres van destinadas a generar ciudad y son, junto con la estación, el toque ultimativo que hará de Nazaret, y éste es mi sueño, parte de la conurbación”. Por si alguien duda de su interés por el barrio, insiste: “Mi sueño ha sido siempre que la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en estos terrenos baldíos (sic), completamente deteriorados, se convierta en el centro de la nueva Valencia del siglo XXI y que se rescate de una manera justa a Nazaret”.
Bueno, pues ya saben los vecinos del barrio donde tienen un buen apoyo. Podrían pedir a la Administración que les reserven unas cuantas plantas de los rascacielos –eso sí, las más altas- por si vuelven las inundaciones.
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