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Publicado el 3 - 6 - 2001 en Levante - EMV
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Tres cuestiones sobre la huerta

Carles Dolç

Arquitecto-Urbanista

1.

En muchas ocasiones he oido decir que el labrador lo único que quiere es especular con la tierra, venderla y hacer un buen negocio. En el caso de Valencia tampoco son raras las acusaciones que, por retener el suelo, lo culpabilizan de los altos costes de la vivienda. Son comentarios al menos curiosos en una metropolis con precios de los mas bajos de las diversas áreas metropolitanas del estado y en una sociedad en que todos los estamentos sociales desean especular. Nuestro labrador, pequeño propietario, tiene la sensación desde hace muchas décadas de que su trabajada economía (nunca mejor dicho) es burlada y que otros han hecho el negocio a su costa. No le falta razón. Y a continuación piensa por qué no puede beneficiarse él, vender la tierra y vivir con un poco de holgura depues de tantos años...

Hasta ahora, la ciudad ha ido imponiendo sus decisiones, inexorables, a su entorno de huerta. La mitad de su superficie originaria ha sido ya engullida por el crecimiento urbano. Sin contemplaciones. A principio de la década de los setenta, en pleno franquismo, cuando el conflicto por las expropiaciones para construir Mercavalencia en la zona de La Punta, recuerdo que un labrador me explicó así como se sentia: Ens tracten com si forem escolanets d'amen . Sus convecinos de La Punta han sido tratados ahora exactamente igual. Es una historia renovada con cada embestida expansiva de la ciudad...

Pero parece que muchos labradores no venden a gusto, no quisieran abandonar la tierra, les gustaría que su trabajo fuera reconocido y estuviese bien pagado. Es un trabajo creativo y duro que viven con pasión. E insatisfacciones. No solo he conocido agricultores de la huerta de Valencia identificados con su faena diaria, independiente y con su punto fascinante, unos pocos los he visto comprometidos en una lucha activa por la pervivencia física de la tierra y su futuro como sector productivo. Pepe Lluch Rellamp , Joan Ramon Peris, José Manuel Espinosa o Vicent Martí son algunos que reunen esa doble condición.

La agricultura valenciana, la de los pequeños productores sobre todo, es el sector debil de la economía por antonomasia y como tal maltratado. Para postres, la capital, en una de esas piruetas históricas e hipócritas a las que nos tiene acostumbrados, le ha dado su palmadita a la espalda, ha adoptado un supuesto trajecito de labrador para disfraz de fiesta, le ha hecho su dedicatoria en los juegos florales y, al mismo tiempo, ha ido machacando el territorio de la huerta.

2.

Se ha repetido que la ciudad de València es incomprensible sin su regadio. Historicamente así es. El territorio en que se asienta, desde la epoca romana ha sido transformado, culturizado y cultivado generación tras generación. La huerta aprovisionaba a la ciudad (en parte aún lo hace), reciclaba su basura, la rodeaba de un jardín permanentemente en producción, ejerce de pulmón y de cuna. La riqueza de usos y la complejidad construida de la huerta es única. Joan Francesc Mira lo ha expresado muy bien: es “ la cosa que els valencians hem fet més bé que cap altre poble ”.

En las últimas décadas, el trato de la capital con su entorno agrario ha sido una historia de desvalorización, destrucción y trivialización. A pesar de todo, la huerta, o lo que queda de ella, bastante si consideramos el área metropolitana, sigue ahí. Sigue siendo, como valora un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente, uno de los seis paisajes de huerta únicos (por escasos) de toda Europa. Sobre todo sigue produciendo alimentos, una función que para la especie humana de momento aún es de primera necesidad, alimentos que vendidos en los mercados de Valencia tienen la condición de ser frescos; continua ejerciendo de cinturón verde efectivo aunque desconocido para los urbanitas; tiene posibilidades de recuperar sus aguas, acoger masas forestales, ser una permanente lección de cultura para la ciudad... También para el conjunto de los muncipios del área metropolitana. Activos de esta metrópolis son estar implantada sobre un tejido de cultivos, contar con espacios intersiciales verdes entre cascos urbanos, el Parque natural de la Albufera al sur, la costa al este... Si no reconocemos su condición y potenciamos sus cualidades geográficas, llegaremos a ser una metrópolis anódina, de usar y tirar.

El nuestro podria ser otro modelo de metrópolis, un territorio que combina la huerta y los cascos edificados, la producción agraria y la vida urbana. No es inimaginable un sistema de edificación y espacios urbanos que se imbrica con su envolvente de naturaleza agraria y forestal, la cual se desarrolla sin degradarse entre areas construidas manteniendo intersicios y amplias zonas en cultivo y acogiendo funciones económicas, relaciones humanas e intercambios biológicos. Ese podría ser nuestro caso a condición de impulsar políticas decididas de regeneración. La huerta continuaría como espacio productivo, al tiempo que ejerciendo de pulmón, aula ciudadana, cultura y naturaleza visitables, fusión de campo y ciudad. Muchas metrópolis europeas buscan cómo impulsar huertas periurbanas, nosotros las tenemos aquí con el añadido de eficacia probada. La conurbación, la colisión de la expansión edificada de los municipios, es un proceso no deseable que invalidaría las positivas condiciones ambientales de la comarca de L'Horta. Pero ese proceso, ya en marcha, no hay otra manera de evitarlo que manteniendo en activo el tejido agrícola.

3.

Una propuesta ciudadana, de ciudadanos de la capital y los municipios de la comarca de L'Horta, plantea ahora una Iniciativa Legislativa Popular para que las Cortes consideren una “Ley de Ordenación y Protección de la Huerta de Valencia como Espacio Natural Protegido”. Pretende fijar criterios sobre sus recursos naturales, espacios y arquitecturas, implantar medidas para el fomento de la actividades agrícolas, favorecer su recuperación mediambiental, establecer mecanismos redistributivos en favor de esos agricultores que la cultivan, compensar adecuadamente a los municipios que mantengan la biodiversidad, el pulmón del regadio histórico...

Quiza por vez primera Valencia tiene la ocasión de tratar con respecto su entorno y rectificar su hipocresía. El area metropolitana, lo que durante años hemos llamado comarca de L'Horta, podría establecer un pacto entre sus municipios sobre sus dimensiones urbanísticas, medioambientales y económicas. Sería una especie de convención entre sus generaciones pasadas, presentes y futuras.

En fin, mi pasión por la huerta de esta ciudad nace precisamente de que soy un urbanita convencido.

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