Ernest García
Universitat de València
Vicent Torres Castejón
Dr. en Economía. Consultor Ambiental. Profesor de Urbanismo. UPV
Puntos de vista: En la selva, ¿llaman ley de la ciudad a la costumbre de devorar al más débil? (Eduardo Galeano, Patas arriba.)
Hace unas semanas, en esta misma sección, proponíamos una reflexión sobre el evento Copa del América. Que no se nos acuse de aguafiestas. Acogíamos como positivo un acontecimiento deportivo que necesita poco más que mar, brisa y puerto de acogida. Simplemente alertábamos sobre el peligro de improvisación, y sugeríamos que se actúe con criterios de rentabilidad social y racionalidad ecológica, proyectando en la perspectiva del día siguiente.
En las últimas semanas, el oscurantismo y la falta de información solamente se han visto alterados por el anuncio (la ley obliga) de unas costosísimas obras en el Puerto de Valencia: la apertura de un canal en la dársena histórica hacia la playa de Levante. Este asunto plantea, a nuestro juicio, cuestiones inquietantes que exigen una aclaración urgente.
Aún no sabemos, a estas alturas, cuáles son los términos del contrato que la Administración ha suscrito con ACM, la entidad patrocinadora de la competición y por tanto, cuáles son, al menos, los compromisos urbanísticos adquiridos. Hay decisiones que pueden generar perjuicios irreversibles sobre el patrimonio y el medio ambiente, tanto como a nuestras menguadas arcas públicas.
Vayamos al puerto. En primer lugar, hay que recordar que la dársena interior constituye su “centro histórico”, con elementos arquitectónicos de gran valor, como son los tinglados. La protección, por tanto, de este entorno, incluida su propia configuración, resulta un objetivo esencial. Es por eso que la licitación, el asado miércoles, de las obras de recrecido del Muelle de la Aduana, añaden un nuevo motivo de preocupación. Respecto del “plan maestro” que se anuncia para los próximos días, y que sustituirá al superado “Balcón al mar”, habrá que estar también muy atentos.
En cuanto al canal que se proyecta para conectar ese recinto directamente con el mar por el norte, vistos algunos informes y alegaciones que se hacen públicos, parece lógico plantear algunas dudas. Para empezar: ¿Es la solución del canal que se presenta la mejor opción para la celebración de las regatas, si es que se han analizado otras?... Si la apertura del canal fuera una condición impuesta y aceptada por la adjudicación de la sede, alguien debería explicar si se ofrecieron otras soluciones y por qué se desecharon.
El estudio de impacto ambiental del canal y sus diques, a la vista del documento de síntesis, no ayuda a generar confianza. Admitiendo que el canal fuera la única alternativa razonable, el proyecto reconoce serios impactos en la estabilidad de las playas situadas al norte, que exigirían costosas medidas correctoras y de mantenimiento.
Por otra parte, despacha en cuatro líneas y con los consabidos e injustificados argumentos, los “efectos positivos sobre la economía” que generará el evento: 1.500 millones de euros por inversiones y afluencia de visitantes, efectos indirectos “en una mejora de la renta per cápita de la ciudad y en el bienestar social” y unos 10.000 empleos… ¿Contienen el estudio completo o el proyecto argumentos y justificaciones más profundos?...
Resulta, sin embargo, que el proyecto del canal incluye una costosísima previsión para el Acceso Norte al Puerto (un proyecto insostenible) y en el propio estudio de impacto menciona los futuros planes de ampliación del mismo. No hay que ser muy suspicaces para intuir que es la ampliación futura del puerto por el norte la que determina la solución del canal, y no solamente los supuestos compromisos con ACM.
Si así fuera, estamos frente a otro asunto que nos desvía de la Copa 07: la ampliación del Puerto, ahora parapetada tras un evento “global”. Una vez más se pretende actuar con hechos consumados, sin debate.
Nada nuevo. En septiembre de 1990, el ayuntamiento de Valencia aprobó precipitadamente y en medio de fuertes críticas, los planes portuarios de la ampliación sur, el primer gran “ensanche” del Puerto en época democrática. En aquel caso, con corporación socialista, era el portavoz municipal del PP, Martín Quirós, quien mostraba su preocupación por los efectos sobre la ciudad, la evidente pérdida de la playa de Natzaret y el impacto sobre las playas del sur (el proyecto reconocía la prolongación de la “zona de sombra” o erosión en unos 400 metros). Desgraciadamente, el tiempo confirmó el fundamento de tales presagios. La estancia en la oposición parece que confiere más lucidez a nuestros gobernantes. Digamos, no obstante, que el PP se abstuvo de votar a favor.
¿Cuáles son las razones que justifican hoy esa pretendida ampliación portuaria al margen de los ya consabidos tópicos, rebatidos desde esta misma sección? ¿Por qué no se explica de una vez, con rigor, cuáles son los costes que el Puerto está cargando sobre la ciudad? ¿Cuánto cuesta, siquiera en términos económicos, la desaparición o el deterioro de una playa urbana?
Volvamos al principio: la Copa del América, por muy elitista que sea, no tiene por qué generar impactos negativos, sino todo lo contrario. Puede ser una buena ocasión, para, al menos, proponer un proyecto importante para el frente marítimo, con la vista puesta más allá de la cita de 2007.
Esta ciudad tiene muchos atractivos que conviene potenciar, pero no será a base de desvirtuar su identidad como conseguiremos ser un “referente en el mundo”. Todavía estamos a tiempo.
Por lo tanto, una última pregunta: la realización de la Copa ¿se podría llevar a cabo sin realizaciones tan costosas y con resultados más brillantes para el conjunto de la ciudad?
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