Emèrit Bono
Catedràtic de Política Econòmica
“Al situar en una posición central la necesidad de mantener la capacidad innata de la naturaleza para sostener la vida, nos muestra un camino (el propio de la naturaleza) así como un fin (sostener la vida), pasando el resto de las actividades humanas (economía, negocios, tecnología, etc.) a ser instrumentos para conseguir aquel fin.” Fritjof Capra (físico y biólogo)
Los humanos tenemos comportamientos extraños, siempre complejos, y la mayoría de las veces, paradójicos. Aparentemente actuamos con el propósito de mantener la vida, desarrollarla en sus múltiples manifestaciones y protegerla; es como si aceptáramos el juicio de los biólogos, incuestionable, de que la característica más sobresaliente del hogar Tierra consiste en su capacidad innata para sostener la vida (un complejo equilibrio entre las diversas especies, plantas y animales, que si se perturba, la afecta a ella misma).
Sin embargo, en la práctica del día a día, actuamos la mayoría de las veces de espaldas a aquellos principios. Algunos ejemplos pueden ser útiles a este respecto. Recientemente leí en un artículo de Robert Fisk referido a Irak en el que relata que un oficial de las fuerzas armadas americanas afirmaba que “con dosis altas de miedo y violencia, además de la gran cantidad de dinero necesaria para los proyectos de reconstrucción del país, creo que podremos persuadir a esta gente de que hemos venido a ayudarles...” Extraña forma de restaurar la dignidad de la vida de un pueblo, machacado por la dictadura de Sadam,... con miedo, violencia y dinero.
Un equipo de 19 investigadores del Reino Unido, Holanda, Australia, Sudáfrica, Brasil, Estados Unidos y Méjico, publicaba en la revista Nature sus conclusiones sobre los efectos del calentamiento global de la Tierra. Habían utilizado varios escenarios, de aumento posible de la temperatura: de 1 grado (escenario optimista) a más de 2 grados (escenario pesimista) en el horizonte del año 2050, y tomaban como muestra el destino de 1.103 especies de plantas y animales. Su conclusión es verdaderamente catastrófica: se extinguirán entre el 18% (escenario optimista) y el 35% (escenario pesimista) de las especies. A su juicio, sólo la rápida aplicación de las medidas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero puede evitarlo. El gas de efecto invernadero más importante es el CO 2 , o dióxido de carbono. Hemos de recordar que el Protocolo de Kyoto pretende la reducción de emisiones de CO 2 de tal modo que en el horizonte 2008-2012 se consiguiera una emisión de este gas al nivel de 1990. Países como EEUU, Australia, Brasil, Rusia y otros todavía no han firmado dicho acuerdo. Todavía más, el presidente G. Bush, ese “paladín” de la vida, se niega en redondo a hacerlo.
La UE ha firmado el Protocolo de Kyoto y lo ha plasmado en la Directiva sobre emisiones de CO 2 aprobada por el Parlamento Europeo en julio del año pasado. Esta Directiva está generando problemas en su aplicación. En recientes declaraciones de Guy Dollé, presidente de la patronal europea del acero (EUROFER) y del consejo de administración de ARCELOR, la primera siderurgia mundial, decía: “ Europa, que representa el 17% de la producción mundial del acero, no puede sola enfrentarse a las consecuencias de Kyoto penalizando a la industria y hacernos pagar los permisos de producción de CO 2 , que pueden representar hasta cuatro euros por tonelada de acero, es decir, el 25% del coste. Puede provocar un riesgo grande de deslocalización de altos hornos, que representan para el grupo Arcelor cerca de 24.000 empleos. Si la prioridad es reducir el CO 2 a costa del acero, acabaremos comprándolo a Rusia, Brasil,... ¿Queremos que Europa sea un desierto o que haya fábricas? Si queremos ser completamente verdes es necesario parar todas las industrias. No sólo la siderurgia” . Esta especie de precisiones bastante correctas, a mi juicio, sobre el sector que hace Guy Dollé se mezclan con amenazas tremendas –“ parar la industria europea ”– y paradójicas para un sector que ha conseguido reducir las emisiones del CO 2 en un 17% respecto a las del año 1990... ¿Por qué unos juicios tan lapidarios respecto a un tema tan importante?
Recientemente Fernando Diago, presidente de ASCER, la patronal del sector cerámico, en una reunión con el Presidente de la Generalitat, a la que también asistía el conseller Blasco, indicó las dificultades por las que pasaba el sector, que atribuyó a la guerra de Irak (que cerró las exportaciones al Oriente Medio, un 12% del total), a la caída del 11% en las ventas a EEUU consecuencia de la tensión internacional y la depreciación del dólar, a la parálisis de los mercados de Alemania, Francia, Holanda y Suiza, etc. También, como no podía ser menos, el Sr. Diago explicó las dificultades del sector para cumplir los compromisos de Kyoto que había suscrito España, pidiendo apoyo político para una lectura “flexible” de aquellos compromisos.
La Generalitat respaldó la petición del Sr. Diago en favor de aquella lectura “flexible” de los mencionados acuerdos de Kyoto, y, en concreto, el conseller Blasco, garantizó todo el apoyo de la Generalitat ante el Gobierno central para lograr que las cuotas de emisión que deben abonarse en marzo sean razonables.
Una vez más, la política medioambiental se mueve sobre el filo de la navaja. Las emisiones de dióxido de carbono de la C.V. han pasado de 3,4 Tm/hab. en 1990 a 6 Tm/hab. en el año 2003, y esto último a pesar del importante aumento de la población de casi seiscientas mil personas en ese período. En términos absolutos, la C.V. pasó de emitir 13,4 millones de Tm en 1990 a 26,7 millones de Tm en el año 2003, lo que supone un incremento del 85%. Y si el compromiso de España dentro del reparto que se hizo en la UE en la aplicación del Protocolo de Kyoto, era restringir el aumento de emisión al horizonte 2013-2015 de sólo un 15% más respecto de las emisiones de 1990, dado el crecimiento de nuestra emisiones de CO 2 antes apuntado, ya me dirá usted, amable lector, cómo el conseller Blasco se va a sacar de la manga el conejo que convenza al Gobierno central de la necesaria “flexibilidad” en el reparto de las cuotas de emisión que se llevará a cabo el próximo mes de marzo.
Los medios que se utilizan para conseguir aquel fin, que no es otro que el mantenimiento y desarrollo de la vida, han de ser proporcionados y coherentes. No se puede instaurar la dignidad y la libertad de un pueblo a través del miedo y la violencia. Como no se puede hablar de calidad de vida y salud de los ciudadanos con emisiones cada vez mayores de CO 2 , y la posible ruptura de los ecosistemas. Soy de los que cree que todo ello se puede resolver con el diálogo ciudadano permanente.
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