Planeta, ciudades, ciudadanía

“Nuestro objetivo debe de ser alcanzar un equilibrio nuevo y dinámico entre la sociedad, la ciudad y la naturaleza. La participación, la educación y la innovación son las fuerzas motoras de la ciudad sostenible”. Richard Rogers “Ciudades para un planeta pequeño”.

A pesar de sus grandes cualidades intrínsecas, las ciudades se han convertido en lugares fuertemente agresores para el planeta al mismo tiempo que son más difíciles de vivir para el ciudadano . La ciudad, que es como un organismo viviente, tiene un metabolismo propio que le hace consumir grandes cantidades de energía y materiales, así como generar toneladas de residuos que afectan al medio ambiente inmediato y global. Importa grandes cantidades de materiales (madera, materiales para la construcción, mercaderías etc) y de recursos ( agua, petróleo, electricidad ), muchos de ellos no renovables, lo que convierte a las ciudades en organizaciones “no sostenibles” que causan una huella ecológica muy superior a lo que la tierra puede soportar. Actualmente, las consecuencias de la actividad urbana ya se hacen notar a escala global y se puede afirmar que son las ciudades las que tiene buena parte de culpa en la insostenibilidad del planeta tierra.

Los análisis teóricos y los compromisos y recomendaciones acerca de cómo organizar el medio ambiente urbano han sido muy abundantes. Desde la Agenda 21 Local (AL21, Río de Janeiro, 1992) a la Carta de Aalborg (Dinamarca 1994) y la de Lisboa (1996), por solo mencionar las más conocidas. En todas ellas se busca un compromiso para poner en marcha medidas necesarias para un desarrollo sostenible. La Carta de Aalborg comienza declarando : ¨ Nosotras, ciudades, estamos convencidas de que la ciudad es, a la vez, la mayor entidad capaz de abordar inicialmente los graves desequilibrios arquitectónicos, sociales, económicos, políticos y ambientales y de recursos naturales que afectan al mundo moderno ”.

Si la sostenibilidad constituye un objetivo a alcanzar en los diferentes documentos que derivaron de la AL21, la primera necesidad mencionada en todos ellos es la de aumentar la participación de la sociedad civil. Se precisa la contribución y responsabilización de todos, grupos organizados, empresarios, comerciantes, políticos , asociaciones así como personas a título individual para poner en marcha cualquier iniciativa, advirtiéndose que, por lo tanto, la primera necesidad para el cambio es la actitud de los gobiernos municipales respecto a la ciudadanía, iniciando una auténtica aproximación a ésta , profundizando en la democracia y en los cauces participativos, gestionando de manera transparente, estableciendo programas de concienciación dirigidos a todos los grupos de la comunidad etc .

Creemos que ha llegado el momento de preguntarse ¿Qué se ha hecho en Valencia y en la Comunidad Valenciana sobre todo esto? Sabemos que, de contestarse con sinceridad, la respuesta sería tajantemente negativa: nada. Mas bien se ha llevado a cabo una política de confusión. Existe una Consejería de Medio Ambiente y Concejalías de Medio Ambiente en la mayoría de los municipios, pero ¿están dotadas económicamente para poder ser eficaces?¿ Se administran y gestionan bien los presupuestos? ¿ Se ejerce una fiscalización independiente y efectiva sobre las actividades que inciden negativamente en el medio ambiente? Actividades que, por cierto, no son sólo privadas sino también públicas, como muchas de las promovidas por otras áreas del mismo gobierno. Somos una comunidad extremadamente ruidosa, y sin embargo se sabe que ni a nivel autonómico ni municipal se hace nada que pase de lo epidérmico para solucionar ese problema. Nuestros niveles de contaminación atmosférica son cada vez mas altos, pero se continúan propiciando políticas a favor del vehículo privado, que es una de las más importantes fuentes de contaminación. No se potencia n las energías renovables. Tampoco se propicia y apoya la construcción de edificios que investiguen hacia la sostenibilidad, sino muy al contrario, precisamente los que hace la propia administración son extremadamente costosos, con materiales escogidos sin criterios ecológicos, sin cláusulas medioambientales en los concursos de adjudicación pública de obras, sin cálculos energéticos, sin estudio de su comportamiento posterior, sin adecuación climática al lugar donde se emplaza, etc. El problema de las basuras y residuos continúa siendo grave a todos los niveles: reciclado, transporte, ubicación. No se fomenta una política seria de reducción y consumo responsable del agua. No se reduce las emisiones de carbono. No se promueve la mas mínima autosuficiencia alimenticia, con el agravante, en nuestro entorno más próximo, de que se está destruyendo sistemáticamente la huerta, que podría no resolver pero sí atenuar el problema.

Pero la lista sería demasiado larga. Y no es ese el talante que pretendemos mostrar. La sostenibilidad es un objetivo alcanzable y el impacto sobre el entorno natural debe de ser controlado. Se puede conseguir que la ciudad sea un lugar solidario, con responsabilidad ecológica y social, y que emprenda el camino, paso a paso, hacia un mundo mejor, menos dañino para la naturaleza y por lo tanto más adecuado para nosotros mismos. Las políticas de gestión sostenible, puestas ya en práctica en algunas ciudades, están obteniendo conquistas visibles y recompensas claras, creando nuevas motivaciones, tanto para los políticos como para los ciudadanos, para seguir actuando en esta línea.

Y terminamos, de nuevo citando la Carta de Aalborg.¨” Nosotras, ciudades, reconocemos que la sostenibilidad no es ni un sueño ni una situación inmutable, sino un proceso creativo local en pos del equilibrio que se da en todos los ámbitos de la toma de decisiones en este nivel”....”Nosotras, ciudades, reconocemos que no podemos permitirnos trasladar nuestros problemas ni a comunidades mas grandes ni a generaciones futuras...”.